Zaffaroni,
maior jurista do continente, compara Lava Jato a operação Condor
A
grosso modo, a operação Condor foi uma conspiração (cuja existência hoje é
provada com documentos) entre ditaduras e o serviço secreto americano, para
assassinar os cérebros políticos da esquerda latino-americana.
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Se
alguém traduzir, favor publicar a tradução aí nos comentários, que eu trago
para o blog, com os devidos créditos. Ou se preferir, mande para o email
redacaocafezinho@gmail.com.
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Sin
los “Falcon” ni las sirenas, sin zonas “liberadas” y sin secuestros, se
extiende por el Cono Sur una “operación Cóndor” judicial. Una prisión política
como la de Milagro Sala y sus compañeros, más bien parece anacrónica, fuera de
época y, justamente por eso, es un escándalo y una vergüenza internacional para
todos los argentinos, porque compromete la imagen misma de nuestra Nación.
En lugar de esas medidas obsoletas –por propias de etapas anteriores del colonialismo–, se expande ahora por el Mercosur una nueva táctica en la consabida estrategia de neutralizar a quien pueda ofrecer alguna seria resistencia electoral al avance del totalitarismo corporativo que sufren nuestros países, lo que, al mismo tiempo, es funcional para el desprestigio de la política, objetivo no menor para que su lugar sea ocupado por los “chiefs executives officers” de las transnacionales.
Se
trata de eliminar de toda contienda electoral y por vías judiciales a cualquier
líder o dirigente popular capaz de ganar una elección a los candidatos de las
corporaciones o a otros vendepatrias parecidos, empeñados en endeudarnos con
singular y nunca antes vista celeridad.
Para
eso bastan algunos jueces obedientes, cuyas motivaciones saben manipular los
servicios de inteligencia y los gerentes y agentes de las corporaciones, en
especial mediáticas, y que pueden ser miedo, servilismo, prebendas, promesas o
esperanzas de ascensos cupulares, comodidad, aspiración política o simple afán
de estrellato.
Son
conocidos los casos de Cristina, con una alucinante imputación de “traición a
la Patria”, que pasa por alto la letra clara y expresa de nuestra definición
constitucional; por una operación a término que acabó beneficiando a los amigos
del oficialismo y perjudicó al Banco Central por imprudencia del actual
ejecutivo (en el mejor de los casos); o por un imaginario sobreprecio en el
alquiler de un hotel.
No
menos absurdo es el caso de Lula, interrogado por un departamento de reducidas
dimensiones en un balneario de menor prestigio, que nunca estuvo a su nombre ni
visitó, pero que responde al impulso del monopolio mediático más fuerte de
Sudamérica, creador de una estrella judicial favorita.
Menos
conocido es como está operando este “Plan Cóndor” judicial en el caso de
Fernando Lugo, el ex-presidente del Paraguay. La justicia electoral de Paraguay
ha decidido que cualquier fuerza política que propugne la elección de Fernando
Lugo como candidato a presidente incurre en “propaganda maliciosa”, con la
extraña particularidad de que aún Lugo no presentó su candidatura.
Es
decir, que no se ha impugnado su candidatura, porque no la ha presentado, pero
por las dudas, se condena a todo el que pretenda que llegue a ser candidato.
Para eso, la justicia electoral se atribuyó indebidamente la competencia para
interpretar la Constitución, lo que, por cierto, hizo de una manera muy
singular: el art. 229 de la Constitución paraguaya dice que el presidente no
podrá ser reelecto en ningún caso.
La
lectura racional de esa disposición permite entender que se refiere al
presidente en ejercicio, pero la curiosa interpretación de la justicia
electoral paraguaya es que quien fue una vez presidente no podrá serlo nunca
más en su vida. En otras palabras: Lugo es, para la justicia de su país, un
incapaz a perpetuidad.
Pero
de los despropósitos de este nuevo “Plan Cóndor” no se salva nadie, ni José
(Pepe) Mujica, que vive en una chacra y nadie le pudo encontrar un peso, ni
siquiera bien habido. El personaje preocupa al nuevo totalitarismo de los
“executives”, debido a su popularidad nacional e internacional, sin que las
reiteradas manifestaciones del “Pepe” en el sentido de que no quiere volver a
la presidencia consigan calmarlos.
La
cuestión empezó con la publicación de tres panfletos llamados “libros”, de esos
que escriben “periodistas” y que al poco tiempo se venden al por peso en las
librerías de viejo, que vinculan a Mujica con asaltos cometidos por ex-tupas en
los años noventa, que fueron por cierto aprehendidos y condenados en su
momento. A los “libros” de los periodistas se sumaron las declaraciones de un
ex-policía, jefe del equivalente a nuestra sección “robos y hurtos” en tiempos
de la dictadura, cuyo segundo fue condenado, precisamente, por torturas a
tupas.
Este
fue el material con el que la minoría opositora pretendió crear una comisión
investigadora en el Senado, desbaratada por el discurso del propio Mujica, que
ni sus enemigos se animaron a responder. Pero con esos mismos elementos se
insta a una fiscal para que reabra las causas cerradas hace décadas.
Está
demás decir que al nuevo totalitarismo corporativo transnacional y a sus
aliados locales les importa muy poco el daño que este “Plan Cóndor” pueda hacer
a la democracia, sino que, por el contrario, es eso lo que buscan, o sea, el
desprestigio de la política.
Pero
al mismo tiempo están provocando un desprestigio más profundo aún respecto de
la justicia. No sólo nadie tomará en serio en el futuro las decisiones de
jueces que se prestan a reemplazar funcionalmente a los baúles de los “Falcon”,
sino que corre el riesgo de extender la duda respecto de la totalidad de los
jueces.
Será
difícil convencer a nuestros Pueblos de que aún hay jueces en nuestros países.
Y más aún: si los jueces deben “decir el derecho”, la desconfianza corre el
riesgo de extenderse al derecho mismo, a la propia institucionalidad.
Los
genocidas de los “Falcon” del viejo “Cóndor” diezmaron a una generación de sus
futuros dirigentes más inquietos ante la injusticia social, pero este nuevo
“Cóndor” intenta destruir la confianza no sólo en la política, sino en las
instituciones básicas de nuestras repúblicas y en el derecho mismo.
Debemos
tener extremo cuidado con esto, porque cuando se desprecia el derecho no queda
otro camino que el de la violencia. Por suerte, nuestros Pueblos son intuitivos
y pacíficos, aunque conscientemente no crean mucho en el derecho –porque sus
promesas fueron casi siempre estafatorias–, saben que el camino de la violencia
es una trampa y que, al final, los muertos son siempre los que están de su
lado. Nuestra principal tarea debe ser la de reforzar esta convicción.
*
Profesor Emérito de la UBA.
Do
Cafezinho
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